Por siglos, el trabajo ha sido visto con cierto desprecio. Desde la Antigua Grecia, donde se consideraba una calamidad propia de esclavos, hasta la modernidad, que muchas veces lo reduce a una simple herramienta de producción, nuestra visión cultural del trabajo ha estado cargada de negatividad.
En el griego moderno, la palabra doulía se refiere al trabajo en general, una adaptación directa del término griego antiguo douleía, que significa esclavitud, y doulos, que designa al esclavo. De manera similar, en español y en francés, las palabras trabajo y travail provienen del latín tripalium, que hacía referencia a un instrumento de tortura compuesto por tres palos, usado para atar a los esclavos o malhechores y someterlos a castigos.
En ruso, las palabras rabota (trabajo) y rabotnik (trabajador) tienen su origen en la raíz rab, que significa esclavo. En inglés, la palabra labor (trabajo) originalmente se asociaba con torment (tormento) o agony (agonía). Un fenómeno similar se observa en otros idiomas como el rumano, macedonio, ucraniano, polaco, búlgaro, checo y eslovaco.
Con este contexto sería muy dificil asociar el trabajo con algo que provea algún tipo de bienestar…
Sin embargo, esta idea contrasta radicalmente con la cosmovisión bíblica.
Dios, el primer trabajador
Desde el primer capítulo del Génesis, vemos a Dios trabajando: creando, modelando, organizando, y al final, descansando. El término hebreo melaká describe esta obra connotando labor, arte y oficio. Dios no solo trabaja, sino que también disfruta de su creación: por eso en todo el capítulo uno de génesis leeremos: “Vio Dios que era bueno”.
Aún más revelador es que Dios coloca al ser humano en el Edén con una asignación específica: trabajar y cuidar del jardín. Antes de la caída, antes del pecado, el trabajo ya existía. Lo que nos indica que no fue una maldición, sino parte del diseño original de Dios para la humanidad.
El error de separar lo “espiritual” del trabajo
En los primeros siglos de la iglesia cristiana, toda ocupación o trabajo era vista como una forma en la cuál se podía honrar a Dios. Eso ya lo enseñaba Pablo en la carta a la iglesia de Colosas
Trabajen de buena gana en todo lo que hagan, como si fuera para el Señor y no para la gente (Colosenses 3:23)
Sin embargo, cuando el Imperio Romano adopta el cristianismo como religión oficial, comienza a desarrollarse una corriente de pensamiento que considera la vida religiosa como un estado superior o más espiritual. En este contexto, la vida monástica se convierte en el ideal de espiritualidad: se valora el retiro del mundo, el celibato, la dedicación a la oración y el servicio dentro del monasterio.
Lo anterior llevó a que se asumiera una dicotomia en las vocaciones: las más “espirituales” que estaban compuestas por los sacerdotes, monjes, religiosas. Por otro lado, las seculares, que estarían compuestas por los campesinos, artesanos, gobernantes y comerciantes.
Es así, que la vida espiritual se empieza a asociar con el estar apartados del mundo laboral y social. De esta manera el trabajo comienza a ser visto como algo de menor valor espiritual o de más baja categoría.
La reforma protestante y la revinculación del trabajo con la fe.
Uno de los puntos importantes de la reforma protestante es que se comienza a revincular la fe con el trabajo.
Martín Lutero enseñó que:
«Las obras de los monjes y sacerdotes, por muy santas y arduas que sean, no difieren en absoluto ante los ojos de Dios de las obras del campesino en el campo o de la mujer en su hogar. Todas las obras son medidas por Dios únicamente por la fe.» (La cautividad babilónica de la Iglesia – 1520)
Por otro lado, Calvino expresaba:
“Cada uno debe considerar con diligencia cuál es su vocación, para no traspasar los límites de su llamado. De este modo, todo trabajo realizado en obediencia al mandato de Dios se vuelve una forma de servirle.” [1]
De esta manera los reformadores buscaban volver al sentido original enseñado en la biblia en relación con el trabajo y las vocaciones.
Esta forma de pensamiento influirá en gran manera en los países protestantes. Esto lo analizará en profundidad Max Weber, en 1905 en su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo donde sistematizará los principales conceptos relacionados al trabajo a partir de la reforma protestante.
Sin embargo, el concepto del trabajo como algo que honra a Dios se puede encontrar de manera transversal en la enseñanza Bíblica. Veamos algunos conceptos que refuerzan esta mirada.
Trabajar es parecernos a Dios
Cuando trabajamos, reflejamos el carácter del Creador. Él nos hizo para colaborar en su obra, para cultivar, organizar, transformar.
El Señor Dios puso al hombre en el jardín de Edén para que se ocupara de él y lo custodiara; (Génesis 2:15)
No es casualidad que haya dejado recursos escondidos en la tierra —como metales y piedras preciosas— para que los descubriéramos. Nos dio la capacidad de construir, de inventar, de nombrar… y de amar a través de nuestro trabajo.
El trabajo no es solo una manera de obtener sustento. También es una vía para servir a otros, aportar belleza, generar cultura y contribuir al bienestar común.
Puedes imitar al creador con tu trabajo:
- Como dueña de casa al organizar y mantener el hogar que Dios te regaló
- Como cajero, al atender con amabilidad y ser honesto con el dinero
- Como ingeniero al hacer proyecciones que mejoren tu área de trabajo
- Como profesora al explicarle bien un concepto a un alumno
Por otro lado, Dios nos indica que no nos afanemos por lo que vamos a comer. Sin embargo, luego de recibir la provisión fiel del Señor, debemos hacer algo al respecto.
Dios nos provee de un árbol de manzanas, pero no de un árbol de pasteles de manzana.
Dios nos provee, pero somos nosotros quienes debemos hervir el agua para preparar los fideos. El hace su parte. Tú haces la tuya.
El nos puso en un planeta donde parte de su diseño, es que se ejerzan las profesiones y ocupaciones. La tierra es un medioambiente que fue creado con la capacidad de auto sustentarse, siempre y cuando los habitantes de ese medio ambiente comprendan y ejerzan su rol específico como trabajadores en el mismo.
Vocación, no sólo Empleo
Cuando comprendemos que nuestro trabajo es una asignación divina, lo vemos como una vocación. Todo oficio tiene valor delante de Dios: la profesora, el conserje, la ingeniera, la dueña de casa. Jesús mismo fue carpintero, (o más bien constructor) lo que dignifica todo trabajo manual y echa abajo cualquier sentido de superioridad laboral.
Como decía Dorothy Sayers:
“La primera demanda que su religión le hace a un carpintero es que construya buenas mesas”. [2]
O como expresó John Stott:
“El trabajo es el gasto de energía al servicio de los demás, lo cual brinda satisfacción al trabajador, beneficio a la comunidad y gloria a Dios”. [3]
El trabajo como servicio
Servir a los demás a través del trabajo no requiere grandes gestos heroicos. A veces se trata simplemente de hacer nuestro trabajo con excelencia, amabilidad, precisión y pasión. Así como un conserje atento puede bendecir a todo un edificio, o un doctor que trata con dignidad a sus pacientes puede marcar la vida de muchos, tú puedes bendecir con lo que haces, en el lugar donde estás,
Comienza por algunos pequeños pasos:
- Da gracias por un aspecto positivo de tu trabajo.
- Generalmente será más fácil observar aquello con lo que no estamos contentos o satisfechos en nuestros trabajos. ¿Pero hay cosas positivas? Tal vez los amigos que tienes ahí, la posibilidad de usar tus conocimientos o aún el sueldo que recibes a fin de mes y te permite sustentarte.
- Generalmente será más fácil observar aquello con lo que no estamos contentos o satisfechos en nuestros trabajos. ¿Pero hay cosas positivas? Tal vez los amigos que tienes ahí, la posibilidad de usar tus conocimientos o aún el sueldo que recibes a fin de mes y te permite sustentarte.
- Piensa en cómo tu labor mejora la vida de alguien más.
- ¿En que aporta lo que estás haciendo para el mejoramiento o la ayuda de alguien?
- ¿En que aporta lo que estás haciendo para el mejoramiento o la ayuda de alguien?
- Haz tu trabajo bien, como si fuera para el Señor.
- Esta mirada puede ayudarnos a entender que el trabajo también puede ser un acto de adoración. Si todo lo que hacemos, lo hacemos como para el Señor, nos transformamos en adoradores y proclamadores de la bondad de Dios en nuestras zonas de influencia.
Recuerda que todo trabajo bien hecho puede convertirse en un canal para que el Reino de Dios se manifieste en nuestras ciudades.
Muchas cosas en este mundo solo ocurrirán si nosotros —como sus colaboradores— las llevamos a cabo. Dios ha decidido actuar en esta tierra a través de nuestras manos, nuestra mente y nuestra vocación. Hay tareas que Él no hará directamente, porque son parte de nuestra responsabilidad como cuidadores de su creación. Por ejemplo:
- Dios no barrerá tu vereda ni hará el aseo de tu casa.
- No te hará una limpieza dental.
- No reparará la fuga de agua en tu baño.
- No elegirá por ti el mejor seguro de salud.
- No enseñará cálculo a tus estudiantes.
- No cambiará las pastillas de freno de tu auto.
Él hace su parte, pero también espera que tú hagas la tuya. Al trabajar con excelencia y propósito, no solo servimos a otros, sino que participamos activamente en la obra redentora de Dios en el mundo.
Para cerrar te invito a reflexionar en este párrafo de Tim Keller que nos comparte en su libro “Toda Buena obra”:
Si somos portadores de la imagen de Dios en cuanto a la creación, entonces llevaremos a cabo Su patrón de trabajo. Su mundo no es hostil, para tener que derrotarlo como a un enemigo. Más bien, su potencial está sin aprovechar, por eso necesita cultivarse como un jardín. No dejamos la tierra como está: la reordenamos para hacerla más productiva, aprovechamos las potencialidades para el crecimiento y desarrollo del suelo. Excavamos en el mismo y lo reordenamos con un objetivo en mente: cambiar la materia prima del jardín para que genere alimento, flores y belleza. Y tal es el patrón para todo trabajo: creativo y firme. Es reordenar el material básico de la creación de Dios de modo que ayuda al mundo en general, y a las personas en particular, en su desarrollo y prosperidad. [4]
- [1] Juan Calvino — Instituciones, Libro III, Capítulo X, Sección 6.
- [2] Sayers, Dorothy L. Why Work? En Creed or Chaos?, Methuen & Co. Ltd., 1949.
- [3] Stott, John. La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos. Editorial Nueva Creación, 2002. (Título original: Issues Facing Christians Today)
- [4] Keller, Timothy. Toda buena obra: Conectando tu trabajo con el de Dios. Editorial B&H Español, 2014
SI deseas profundizar en el tema, te dejo aquí dos predicaciones relacionadas:
Tan cierto y a la vez liberador. Tenemos oportunidad y responsabilidad a diario, de propagar buenas nuevas a otros, resolviendo nuestros trabajos con agrado, así impregnamos el ambiente con otro aroma. Siendo diligentes, hacemos bien, servimos en gratitud y otros tambien se motivan.Entonces el día a día toma otro buen sabor.
Gracias por el claro texto.
Muchas gracias Titi por tu comentario, Dios nos guíe en este singular desafío!
Excelente resumen. Dios puede glorificarse en tu trabajo, por más hostil que creas que es. Los que estén interesados en profundizar en estas materias, vean el contenido en http://www.feytrabajo.cl
Así es! Gracias por el link